¿Todo el mundo tiene siempre patatas en casa? Yo es algo que doy por sentado, porque mi madre nunca jamás dejaba que la despensa estuviera vacía de estos tubérculos en ningún momento del año. La verdad es que pese a su humildad son de lo más versátil y podemos hacer mil recetas con ellas, sobre todo como guarnición. Este gratinado de patatas con provolone al romero y laurel es un buen ejemplo y por el que merece la pena hacer el esfuerzo de encender el horno.
La mandolina es uno de esos aparatejos de cocina que corren el riesgo de quedarse olvidados en un cajón, pero si os regalan una de calidad decente – como fue mi caso – conviene tenerla a mano para platos como este. Facilita mucho la tarea de preparar las patatas en cortes limpios y finos, aunque con un buen cuchillo y algo de maña se puede conseguir el mismo resultado a mano. El provolone, por supuesto, se puede sustituir por otro queso al gusto, que sea bien fundente y sabroso.