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sábado, 17 de abril de 2021

Un viaje por las bodegas de Arlanza: el Hobbiton de Burgos, donde hartarse a vino y lechazo

 Los habitantes de valle que forma el río Arlanza no miden un metro, pero, al igual que los hobbits, pasan buena parte de sus momentos de ocio bajo tierra: en cientos de bodegas repartidas por el fértil valle que atraviesa la provincia de Burgos y parte de Palencia.



La zona fue un importante núcleo vitivinícola, al menos desde el siglo VII, pero a finales del siglo XIX la plaga de la filoxera se cebó especialmente con sus viñas. Esto unido al éxodo rural y a lo poco rentable de unos vinos de baja producción que, por entonces, no tenían muy buena fama, hizo que la mayoría de los agricultores arrancaran las viñas para plantar cereal.

Pese a esto, muchas familias conservaron pequeños majuelos –como se conoce a la vid en la zona– para uso particular y las bodegas se siguieron utilizando, bien para almacenar el vino, bien reconvertidas en una suerte de peñas gastronómicas, donde reunirse con familia y amigos.

Pero los tiempos cambian, y también el clima. La excesiva altura del valle (a entre 800 y 1.000 m) y sus duras condiciones meteorológicas –con heladas tardías y una enorme amplitud térmica–, que condenaba a la zona a producir vinos ácidos, muy fuertes, es con el cambio climático una ventaja. Esto unido a la mejora general de la viticultura, también en condiciones difíciles, ha animado a muchos emprendedores de la zona a profesionalizar sus bodegas o inaugurar nuevos proyectos.

El renacer del vino de Arlanza

El presidente del Consejo Regulador, Miguel Ángel Rojo López, fue uno de los pioneros en la recuperación del vino de la zona y principal impulsor en los años 90 de las distintas marcas de calidad que acabaron, en 2007, con la concesión de la denominación de origen, que abarca hoy a 67 municipios: 54 burgaleses y 13 palentinos, y 18 bodegas.

“Veíamos que era una buena iniciativa recuperar el viñedo que había antaño”, explica Rojo, que además de viticultor, era alcalde de la localidad de Santa Cecilia. “Pensábamos que teníamos que implicarnos los ayuntamientos poniendo el dinero para poder empezar”.

Como explica Rojo, Arlanza sigue siendo una D.O. muy pequeña, con solo 350 hectáreas, de la que se extraen en torno a un millón de kilos al año, una productividad que sigue siendo baja, dada la climatología de la zona (que está cambiando, pero sigue siendo dura) y la pervivencia de viñedo viejo, que convive con nuevas plantaciones. Otrora, los vinos de Arlanza eran en su inmensa mayoría jóvenes, y se producía mucho rosado, el preferido en la zona, pero cada vez más bodegas están elaborando vinos de crianza con éxito.


Es el caso de Buezo, una de las grandes bodegas de Arlanza, inaugurada en 2008 en el pequeño pueblo de Mahamud. Allí, en medio del campo, se levanta un enorme edificio de tres plantas, con lo último en maquinaria para trabajar el viñedo que rodea la finca utilizando solo la gravedad.

El proyecto se creó de cero, con viñedo plantado en el año 2000: principalmente de la variedad tempranillo, la mayoritaria en la zona, pero también otras uvas foráneas, algunas muy raras en España, como la petit verdot.

En Buezo solo elaboran vinos tintos de reserva, con un mínimo de 12 meses de crianza en barrica y tres años en botella. Algunas de sus referencias han logrado buenas calificaciones en guías internacionales y más del 70% producción se destina al mercado internacional.

En la enorme bodega hay, además, un restaurante, con excelentes vistas al valle y una “cocina castellana de autor”, que factura el cocinero abulense Javier Corral, que cuenta con un huerto y un gallinero en la propia finca.


Una recomendable ruta gastronómica

Buezo es una de las paradas de la Ruta del Vino de Arlanza, que se quiere promocionar como destino turístico más allá de los vinos.

Lo ponen fáciles localidades como Lerma, que vivió sus días dorados en tiempos del Duque de Lerma, valido de Felipe III; Covarrubias, que presume de tener la única fortaleza castellana que se conserva anterior al siglo XI; y Santo Domingo de Silos, donde se ubica la abadía benedictina considerada una de las obras maestras del románico español.

También, aunque en un plano distinto de la realidad, el proyecto Teritorio Artlanza. Situado en el pueblo de Quintanilla del Agua, este híbrido entre el Poble Espanyol y la catedral de Justo, de Mejorada del Campo, es obra del artista Félix Yanez, que la define como “la escultura más grande del mundo”. Allí sigue Yanez ampliando a diario su poblado, que va construyendo, explica, “en función de lo que encuentro en la escombrera”.


Pero pocos pasan por la zona solo a ver iglesias o proyectos artísticos. La comarca de Arlanza es uno de los epicentros del lechazo castellano, y una de las pocas áreas en las que se sigue conservando el ganado de oveja churra. Esta raza es poco rentable, pero es la mejor para comer, y sobrevive, precisamente, gracias a la abundancia de asadores, sobre todo en torno a Lerma.

Allí encontramos restaurantes como el Asador Caracoles, donde se puede disfrutar de un buen lechazo en una bodega de las muchas que recorren el subsuelo de Lerma.


El menú en todos los establecimientos de la zona es muy parecido, y al lechón le acompañan las setas (en temporada), embutidos caseros, platos de caza –el corzo es muy abundante también en la zona– y carnes de cerdo a la parrilla, normalmente en adobo, algo característico de la gastronomía de esta zona de Castilla (también de parte de Soria y Segovia).

También se pueden visitar las bodegas familiares, muy abundantes en los pequeños pueblos de la zona, caracterizados también por contar con iglesias muy monumentales, casi catedrales, como la de la imagen de apertura, en Castrillo Solarana.


Allí se puede visitar también la bodega Monte Amán, otra de las pioneras de la DO de Arlanza, que además de ofrecer catas de sus vinos con maridaje, enseña la antigua bodega familiar, reconvertida en merendero, con varias salas excavadas en el subsuelo. Una gozada.

Miguel Ayuso

Fuente

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